Dicen que las mejores cosas suceden cuando uno menos las espera, y así fue.

Nos conocimos “por casualidad” en un grupo de conexión de la iglesia al que ambos fuimos solo una vez… y justo ese día coincidimos.

Desde aquella conversación sencilla nació una conexión especial, una amistad que con el tiempo se transformó en algo mucho más grande.

Crecimos juntos entre risas, conversaciones infinitas y momentos que nos hicieron más fuertes. Dios estuvo en cada paso, guiándonos incluso cuando el camino se volvía incierto.

Su amor nos enseñó a acompañarnos, a confiar y a creer en ese “nosotros” que hoy celebramos con todo el corazón.

Hoy elegimos seguir caminando juntos, como compañeros, cómplices y mejores amigos.

Porque lo que empezó como una coincidencia, se convirtió en el comienzo de nuestra eternidad.